1ª etapa: Roncesvalles – Zubiri
Teníamos pensado pasar ese día en Pamplona, pero el ambiente de la ciudad en plenos Sanfermines no nos cautivó. Así que a primera hora de la mañana cogimos un autobús que nos llevó hasta Roncesvalles. Allí pensabamos pasar el día y salir a la mañana siguiente rumbo a Santiago. Pero que el albergue estuviese cerrado a esas horas y los ánimos que nos daban los responsables de las instalaciones, nos pusieron en camino a las once y media de la mañana.
La etapa no es que fuera muy dura en sí, pero el hacerlo con un sol de justicia no nos puso las cosas fáciles. La bajada final a Zubiri empezó el desgaste de mis pies y el infierno que posteriormente sufriría. Yo, aún, no era consciente…
El albergue era muy espartano. Unas literas en unos barracones de una antigua escuela. Pero nos sirvieron muy bien para descansar y prepararnos para el siguiente asalto.
2ª etapa: Zubiri – Cizur Menor
En el trasncurso de esta etapa conocimos al que sería un gran amigo y compañero de viaje, Vicents. Durante un buen rato caminamos con él hasta la hora del desayuno. Nosotros paramos a recargar las energías, mientras que él, siempre incansable, continuaba.
La peor parte, sin duda, fue el paso por Pamplona y la posterior llegada a Cizur Menor. Parecía que el asfalto no acabase nunca. El paso por las ciudades siempre fue la parte más fea del camino.
Ya en el albergue de la orden de Malta, empezamos la vida social cenando con Vicents y Rodrigo. Más adelante, todos nos recomendaron haber ido al otro albergue donde la gran hospitalidad y sus jardines eran la firma de la casa.
3ª etapa: Cizur Menor – Puente la Reina
La bajada del Alto del Perdón derrotó definitivamente a mis pies. Mis botas nuevas practicamente sin usar (mea culpa) desgarraron la piel de mi pie izquierdo. Nosotros nos desviamos para visitar la Ermita de Nuestra Señora de Eunate y dar las vueltas que marca la tradición con los pies descalzos. En ese momento vi que mis pies ya no tenían el buen aspecto que siempre habían tenido (si alguien quiere, hay foto acreditativa).
El peor tramo del camino, por sufrimiento y dolor (apenas podía andar) fue de la Ermita hasta el pueblo de Óbanos. Allí Ana me compró un apósito Compeed, que serían mis salvadoras y mis compañeras fieles en el camino. En esos pocos kilómetros, mi ánimo se desvaneció. Pero al comprobar que con ese apósito el dolor se había marchado, mi alegría y mi ritmo de marcha se incrementaron exponencialmente. Recomiendo proteger las zonas sensibles de roce con uno de estos apósitos (si ya se ha formado una ampolla) y esparadrapo Galeno protegiendo a éste para evitar que se mueva y se deshaga.
Una vez en Puente la Reina y después de nuestras tareas diarias, nos fuimos de cervezas con otros dos personajes de mi Camino. Toño y Rafa. Sólo este último llegaría con nosotros hasta nuestro destino (finalmente Finisterre) ya que Toño no disponía del tiempo suficiente para acabar esta gran aventura.
4ª etapa: Puente la Reina – Estella
Durante este día me fastidié el pie derecho. Pero no pasaba nada. Tenía a mis grandes amigas las Compeed. El problema de tener fastidiado uno de los pies o piernas, es que durante esa etapa fuerzas más la que esta más «sana» y al día siguiente te resientes. Es como un bucle…
El final y llegada a Estella se me hizo muy largo, supongo que el calor tuvo mucho que ver. Las compeed estan hechas de una especie de silicona y se me desacían. Pero la chistorrita que nos tomamos en Lorca me dió las energías suficientes para llegar en perfecto estado.
Una vez en el albergue de lujo que tienen es esa población, conocimos a muchísima más gente gracias a la cena común que hicimos entre unos pocos. El resto nos envidiaba por el festín que habíamos preparado. Aquí fue donde hablé por primera vez con Carles. Otro de mis grandes compañeros de viaje.
Puntos negativos:
– Me olvidé la toalla
– Mi cargador del móvil desapareció
5ª etapa: Estella – Los Arcos
Aquí empecé la técnica de no parar bajo ningún concepto. Cada mañana, el arrancar me costaba sudor y lágrimas. Cuando uno está frío, cada paso parece ser dado sobre una manta de cristales y lava. Tenía que empezar poco a poco, a mi ritmo, solo. A medida que se iban calentando mis pies, iba cogiendo el ritmo. Una vez había llegado a un rendimiento óptimo, el truco era no parar. Si lo hacía, mis pies se enfriaban y volvía otra vez el dolor. Así que decidí no hacerlo más.
El albergue de Los Arcos estaba muy bien. Pocas duchas para tantas camas, pero bien. Aquí ya habíamos consolidado un grupo. Ana, Rafa, Rodrigo, Toño y yo. Aún recuerdo las patatas fritas que nos preparamos. Geniales.
Puntos negativos:
– Todo el mundo se compadecía de mí al final del día al ver como me curaba los pies. Tenía literalmente dos agujeros en la parte del talón que rozaba con las botas e innumerables ampollas en los dedos.
– Apenas podía andar con normalidad…
6ª etapa: Los Arcos – Logroño
Andar solo, sin pausa (sólo una para comerme un bocadillo de mejillones en escabeche) y una interminable llegada a la ciudad. Horrible etapa. En cuanto divisas la ciudad desde el pantano de cañas parece que la jornada se vaya a acabar en breve. Pero lo que no sabes es que has de desviarte y superar la colina que esconde la mayor parte de la ciudad.
El albergue estaba muy bien. Las hospederas un poco estupidillas, pero una vez te habías registrado no tenías que tratar más con ellas. Apenas recuerdo la ciudad. Creo que no la visité. Hasta mi llegada a Burgos me limitaba a curarme los pies, descansar y tomarme unas cañas con la gente. Lo que sí recuerdo, es la cara de la gente al vernos en la piscina municipal con nuestras pintas de peregrino y moreno paleta. Una buena tarde que culminó con una gran cena que preparó Judit. La húngara a la que me uniría más adelante hasta el final.
Fue curioso que esa noche cenara con el grupo con el que más unido me sentiría al acabar el Camino. Allí estaban todos: Marçal, Paolo, Carles, Rafa, Ana, Judit y Nicole. No hablé con nunguno de ellos. Sólo unas palabras con Paolo que estaba sentado cerca. Yo estaba en una esquina de una mesa enorme.
7ª etapa: Logroño – Nájera
Al acabar esta etapa estaba derrotado. Había tocado fondo. Nueve horas andando solo, sin poder seguir el ritmo de los demás, pudieron conmigo. Muchos desvíos en una zona de viñedos. Al final hacíamos campo a través para ahorrarnos algunos kilómetros que los desvíos nos añadían a nuestras espaldas.
Pasado Ventosa llegó mi infierno. El calor que nos había acompañado hasta ahora por tierras navarras y riojanas se cebó aún más. Las heridas de mis pies seguían haciendo que caminara mirando al suelo, concentrado en que el dolor no me impidiera el continuar. En uno de mis pequeños vistazos al desolado paisaje, divisé a una sombra estirada en el suelo bajo el único árbol de la zona. Era Marçal, a quien no conocía a pesar de que hubiese cenado en la misma mesa la noche anterior. Tras ese día pasó a ser otro de mis protagonistas. Se había quedado sin agua y yo le ofrecí de la mía que estaba literalmente hirviendo. Yo, por no enfriar mis pies continué mi camino.
Poco después me quedé sin agua. No había ninguna fuente en mi mapa, ni tampoco una población en 12Km. En lo Alto de San Antón, había una finca con viñedos. En el borde del camino había una casa y sin dudarlo entré. LLamé a la puerta pero no había nadie así que busqué algun tipo de grifo o manguera por la finca. Encontré uno, pero el agua salía hirviendo. Me di cuenta que ese grifo que salía de la pared estaba abastecido por una gran manguera calentada por el sol que seguí para conocer su procedencia. Venía de un depósito de agua en el suelo. No sabía si era potable, asi que sólo me «refrescaba» la boca con ella y la escupía (el agua estaba por lo menos a 40º). Más adelante Marçal me cogió y continuamos andando juntos hasta encontrar la única fuente que había apenas un par de kilómetros de nuestra meta. Fue un gran alivio descansar del sol en ese iglú de piedra. Carles y Paolo estaban allí también. Yo me quedé descansando un rato más solo y tras una larga agonía de nueve horas llegué exhausto.
Ese fue el único día que pensé en volverme a casa. Anímica y físicamente estaba por los suelos. No me quise ni duchar. Me quedé tirado en la cama, y dormí unas cuantas horas. Gracias a dios del aire acondicionado de ese albergue. Uno de los mejores hasta la fecha.
8ª etapa: Nájera – Santo Domigo de la Calzada
Etapa más ligera, sin mochilas. El marido de Alicia (encantadora pareja) nos llevó las mochilas en su coche. Mientras, Rodrigo (con problemas en la rodilla) y yo (qué os voy a contar) pasito a pasito llegamos a nuestro destino.
El albergue era bastante cutre. Las camas no muy cómodas, pero tampoco hay que quejarse. A pesar de esto, únicamente salí del albergue para comer en un restaurante y para celebrar el cumpleaños de Rodigo. Le dimos una gran sorpresa. Es una persona muy tímida, aunque creo que el Camino ha cambiado ese aspecto. Durante nuestra liviana etapa hablé mucho con él y me confesó que era su cumpleaños. Vía sms contacté con Ana que iba mucho más rápido para que lo preparara todo. El resto del día me quedé en mi catre haciendo vida allí dentro. Mis pies pedían descanso y mis compañeros lo sabían. Me prohibieron que al día siguiente caminara.
Se me había infectado la ampolla que tenía por debajo de la uña del pie izquierdo. Os ahorro el resto de detalles…
9ª Etapa: Santo Domingo de la Calzada – Belorado
Aprovechando que Antonio aún seguía con nosotros, me fui con él en el coche. Además, Nicole (mi primer encuentro) y Úrsula nos acompañaron también por su imposibilidad de afrontar la etapa.
Mis primeras palabras con Nicole recuerdo que fueron patéticas. Trataba de explicarle que yo me quedaría guardando las mochilas, mientras Antonio las llevaba a Belorado y que después él volvería a por mí. Todos mis años de inglés tirados al retrete. ¡Qué vergüenza!
Superado esto, nos fuimos a desayunar y nos empezamos a conocer no sin alguna dificultad. Úrsula era alemana y no hablaba español muy bien, pero lo que sí entendí es que llevaba dos meses andando desde su pueblecito hasta donde nos encontrábamos.
La historia de Nicole es complicada, y creo que no fue hasta nuestro viaje a Roma «after Camino» que la comprendí. Es Galesa de madre y Belga de padre. Tiene 20 años y cinco de ellos los ha pasado en Omán, cinco en Qatar y otros ocho en indonesia. Ésta es la parte fácil de la historia, pero si miráis un calendario os daréis cuenta que ha vivido en primera persona la Guerra del golfo y el levantamiento de los musulmanes en Indonesia. Sólo puedo decir que es una de las joyas que me ha regalado este viaje.
La casualidad vuelve a ser protagonista en mi vida ya que era el cumpleaños de Nicole. Lo celebramos con Cava mientras esperábamos al resto que venía a pie. Era un 17 de Julio y nunca lo olvidaré.
El albergue tenía su encanto. Diré que era muy rústico y que lo pasamos muy bien con el orujito que Toño y yo nos tomabamos.
10ª etapa: Belorado – Atapuerca
Segunda etapa de descanso. Antonio, Úrsula y yo en coche hacia San Juan Ortega. Éste era nuestro primer destino, pero las malas condiciones del albergue y el perfecto día nublado que ayudaba a andar mejor, hicieron que los demás decidieran continuar un poco más. La mayoría se quedó en Agés, pero otros pocos seguimos hasta Atapuerca. Allí, el único albergue es privado y tiene muy pocas camas. No recuerdo si tiene apenas 20 camas. Como yo no había andado ese día y me parecía injusto el quitarle la cama a uno de mis compañeros, me alojé en la casa rural que tiene la misma dueña pared con pared con el albergue. Me costó 50€ la habitación doble, pero agradecí dormir en una buena cama.
Esa tarde fuimos a ver el yacimiento de Atapuerca. La primera parte de la visita se realizaba en un recinto con diferentes casas de las diferentes edades prehistóricas. Nos enseñaban como cazaban, como hacía fuego y demás actividades sociales. Fue muy interesante. Despúes te llevaban a los yacimientos en un autocar y te mostraban una pared llena de andamios y con numeritos en la pared. Eso es lo único que íbamos a ver. Nos pusieron un video para preescolar y para casita. La verdad, creo que un buen documental del Discovery Channel o incluso de La 2 hubiese sido mucho más interesante que visitar los yacimientos.
11ª etapa: Atapuerca – Burgos
El día anterior me había puesto en contacto con un taxista del pueblo que cada día va a trabar a Burgos para que nos llevara al hospital a Úrsula, su marido Manfred y a mí. Nos habían dicho que en el Hospital Militar atendían a los peregrinos, así que fue a dónde nos dirigimos. Allí nos dijeron que ya no ofrecían esos servicios y nos mandaron a otro cercano pero que tampoco nos quiso atender. Éstos nos mandaron al centro de salud que había al otro lado de la manzana.
Una vez allí culminó mi indignación por el penoso sistema sanitario. Como no tengo Seguridad Social, me hicieron ir a un banco a ingresar 50€ en su cuenta. Y una vez pagado, me dieron la vez. El médico no tardó ni 5 minutos en mirarme, y no tenía ni idea de lo que hacer con mi uña infectada. Yo le expliqué lo que mi hermano me había recetado por teléfono y éste simplemente me dijo que siguiera haciendo lo mismo. En cataluña jamás he tenido que pagar porque me atendiese un médico. Mi hermano se quedó asombrado al oír lo que me había pasado. Lo grave de todo esto, es que a otros peregrinos extranjeros nunca les pidieron ningún documento para atenderles en otros hospitales.
Una vez listos, nos fuimos a esperar al resto en el albergue municipal. Eran unas casas prefabricadas de madera que no estaban nada mal. Mucho calor dentro, pero confortables. Visita a la ciudad por la tarde. Y a dormir, que mañana sería mi primer día de camino tras la infección.
Ese día me sentí muy bien conmigo mismo. Había hecho de traductor entre la pareja alemana y el médico, alquilé mi primer coche para ellos ya que Úrsula necesitaba reposo (recordad que venía de alemania andando) y también les ayudé con su Visa y el servicio al cliente, ya que a los pobres les robaron en Pamplona. Allí me despediría de ellos. Una pena que no volvieramos a vernos. Nos cogimos mucho cariño.
Camino de Santiago 2005
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